viernes, 4 de mayo de 2012

Comentario de un seguidor muy querido del Maestro

Muchas gracias por escritos como este. Acercarse gracias a mi tío a la sabiduría milenaria de Oriente es todo un privilegio.
Es bastante interesante ver, desde mi humilde posición y en tanto que receptor y seguidor de otra tradición, cómo podemos encontrar lazos de unión para ser cada vez criaturas más dignas del Creador, que es Amor (1 Jn 4,8). Para mí, ese Soplo vivicante es el Espíritu Santo que habita en nosotros a partir del cual no nos pertenecemos a nosotros mismos (1 Co 6,19) como defiende el mundo moderno en estos tiempos de "Eclipse de Dios" (en palabras del filósofo judío Martin Buber). Es precisamente el hombre moderno y, sobretodo, occidenteal que olvida a su Creador y sólo se quiere a sí mismo desde sí mismo el que no puede encontrar nunca su verdadera identidad y se pierde en una espiral onanista autodestructiva. Ese pensamiento moderno e ilustrado que concibe al hombre como una sustancia olvida que es el lenguaje de la llamada el que mejor expresa el surgimiento del ser humano de las manos del Creador. No puede haber ser humano a menos que exista Otro que dé lugar a la llamada. La identidad del hombre se constituye siempre a través de la respuesta a la llamada del Otro (que es el Creador). Esto es contrario a la corriente racionalista occidental que sólo piensa en el yo y lo idolatra. El yo ha de morir (Mt 16, 25; Lc 14, 26; Jn 12, 25; Gal 2,20). En el ámbito personal no cabe el yo, ya que todo ser existe sólo en cuanto afirmado como "otro" por un "otro", no en contraste con él. Esto es la Trinidad: cada una de las Personas es radicalmente diversa en la afirmación de su alteridad respecto de las otras mediante la COMUNIÓN con ellas y, a través del Hijo, también entra en comunión con las criaturas preservando su alteridad. Por ello, el amor no es una disposición de un "yo" hacia un "otro", se trata, mejor dicho, de un don que viene del otro.
"Somos capaces de amar porque Dios nos ha amado primero" (1 Jn 4, 19). Un abrazo